
Querido 29 de octubre:
Volviste a hacerlo. Desperté, nuevamente, dos horas antes de que sonara la alarma. Recordé las veces que él madrugaba extra porque le tocaba venir a San Juan. Pienso que, porque no le gustaban esos viajes, los emprendía temprano para salir de eso pronto. Y así amanecí yo. El año pasado te hice frente y, en esta ocasión, tampoco voy a esconderme.
Ya me tomé el café y reconocí que no creo haberle preparado uno. Compartí muchos con él y me bebí unos cuantos de los descafeinados instantáneos que él consumía últimamente, pero nunca le serví una tacita colada por mí. Tampoco me monté en un avión con él; no compartí aventuras en otra parte del mundo a su lado. Es curioso cómo días como tú nos hacen enumerar carencias, la lista de lo que faltó, las mil cosas que hubiéramos hecho distintas… Suspiro y lo escucho diciéndome uno de sus “baby”, carga’ito de empatía, porque él siempre era solidario conmigo y buscaba maneras de alentarme. Así que, creo que voy a cambiar la narrativa y hablarte de su abundancia.
Hace cuatro meses celebré mi graduación de maestría. Fue un día de muchas emociones y, entre ellas, se coló él. Reviví su presencia en la de bachillerato y lo encontré en las gradas, aplaudiéndome orgulloso. Te advertí, 29, que las personas viven para siempre en el corazón de quienes saben amarlas y llevarlas, y yo lo llevé ese día, con sus dos piernas y su tan extrañada sonrisa. También, lo he tenido presente en ocasiones en las que hablar de él me permite ayudar a un tercero. Verás, en mi línea de trabajo atiendo jóvenes con sueños muy específicos, con motivaciones diferentes y equitativamente poderosas. Algunos han mencionado que quieren hacerlo por sus padres, para enorgullecerles o porque ellos no tuvieron la misma oportunidad. Otros, comentan que les asusta alejarse de ellos o plantearles una posibilidad con la que quizás no estén de acuerdo. Papi nunca fue fanático de mi traslado al otro extremo de la isla, pero tampoco se interpuso en mis decisiones. Canalizarlo en esos momentos, en que un joven duda de dar un paso importante, me permite compartir mi experiencia como madre y como hija. Algunos de ellos han encontrado un apoyo en mí que refleja el que yo siempre recibí de él y que sigo recibiendo, bendecidamente, de mi adorada madre.
Entonces, fecha egoísta, permíteme señalarte que hay un legado de él en mí -y en mi hermano y en sus nietos- que jamás borrarás. Si bien anticiparte me hace temblar, también me provoca un deseo inmenso de demostrarte cuán presente sigue. Hace unos días falleció la mamá de una amiga querida y su proximidad a ti me obligó a ser selectiva en mis actos. Hoy me dispongo a honrar las memorias de ambos cerca de la familia y a despedirme de ti a las 11:59 p.m. ¡Hasta el 2022!
Siempre,
La nena de papá